MONTE ARRAIZ //

La verdad es que a alguien a quien le gustan las bicicletas incluso como objeto no necesita muchas excusas para comprarse una o, a menos, querer comprarla. Pero es caso es que las restricciones a la movilidad, en esta ocasión, han sido el acicate definitivo para acabar con una bicicleta gravel. Pero si ya tenías una bicicleta de ciclocross, podríais decir. Sí, y tendríais razón, pero un día quise subir al Pagasarri con ella y pegué tantas riñonadas en la Cuesta del Silencio -porque tengo en ella un desarrollo de carretera- y pasé tanto miedo en la bajada con la combinación mis manos artrósicas y los frenos de V, que me dije que efectivamente necesitaba una bici que la reemplazara y me permitiera moverme por mi término municipal. No sé si sabéis que hay un problema terrible de falta de stock de bicicletas, así que no contaba con encontrar una que llevarme rápidamente. Porque tenía claro que era para ya o que no tenía sentido. Otras versiones malintencionadas dicen que ya había visto la bicicleta en la tienda y que subí y bajé al monte para convencerme de que “necesitaba esa bicicleta”. Ni niego ni desmiento, pero el caso es que ahora esa bici está conmigo. Más básica que la de ciclocrós que tenía, pero con un desarrollo más apropiado y unos modernísimos frenos de disco.
El caso es que en la anterior fase de confinamiento municipal uno podía moverse con la bicicleta por los municipios colindantes, lo que constreñía mucho los recorridos si pensamos en la escala de la bicicleta de carretera, pero aún dejaba algo de margen. El siguiente límite era mucho más estricto: ya no se podía salir del municipio, con lo que la bicicleta de carretera se volvía muy poco conveniente. Era el momento de volver al monte. Si el anterior confinamiento fue el del Vivero y de Artxanda, este está siendo el del Pagasarri. Monte que está repleto de gente, porque todos los que hacemos deporte en la ciudad y antes nos repartíamos por la provincia, ahora nos juntamos en las mismas zonas.
Bilbao es una ciudad cerrada por montes por tres de sus cuatro puntos cardinales, y solo conserva una salida llana a lo largo de la ría que se dirige al mar en dirección oeste-noroeste. Hacia el norte nos encontramos con Artxanda, donde ya pasamos el anterior confinamiento, y ahora vamos hacia el sur, hacia el Pagasarri, que es el monte más emblemático de los que rodean la ciudad.
De lo que no me puedo quejar es de que tenga una aproximación larga hasta el monte. Vivo en el centro y la salida hacia por Zabalburu y Juan de Garay hace que a los tres minutos de haber salido de casa ya esté pedaleando cuesta arriba. El primer tramo, todavía muy urbano y entre semáforos, conviene tomarlo como un calentamiento, aunque la llegada al punto de partida implique el aproximadamente 6 o 7% de pendiente continuada que tiene la avenida de San Adrián.
Es domingo por la mañana, hace bueno pese a ser invierno, y la gente abandona el centro de la ciudad para dirigirse hacia a los montes que rodean la urbe. Tengo la suerte de poder salir entre semana y he tomado la determinación de quedarme el domingo en casa y reservarme para el lunes o el martes, y volver a compartir el monte con los jubilados.
Hemos pasado junto al desvío que conduce al Pagasarri por Larraskitubidea y lo hemos descartado. Continuamos por la Estrada Aldape para llegar al barrio del Peñascal y desde allí subir al monte Arraiz por la ascensión que reveló la Vuelta a España. Aún no hemos salido del asfalto, pero agradezco el desarrollo de la nueva bicicleta para poder soltar una mano del manillar en pendientes que, por momentos, alcanzan el 20%. Desde el restaurante gallego hasta la cima del monte, en el parque, solo hay que recorrer una sencilla pista. Hemos salido brevemente del asfalto, que va a ser mayoritario en esta ruta. De hecho, los tramos no asfaltados son añadidos de ida y vuelta de los que se puede prescindir.
Desde Arraiz vamos a descender a Basurto a través del monte Kobetas, popularizado por el festival de música que se celebra en los veranos normales. Es un parque con buenas vistas sobre la parte oeste de la ciudad. Abajo, cerca del hospital, damos la vuelta y volvemos a rehacer el camino. Es una subida cómoda y con buenas vistas, en la que hoy no hay apenas tráfico. Desde el restaurante gallego del Arraiz se puede acceder a las pistas del Pagasarri, pero hay tanta gente que decido dar la vuelta al llegar a la portilla de acceso y volver por el mismo camino para descender de nuevo desde Arraiz hacia el Peñascal. En sentido contrario, descendiendo, se agradecen los nuevos frenos aunque el agarre de los neumáticos mixtos en el asfalto no es tan bueno como el de los específicos. Ojo con esa combinación de frenada sin esfuerzo pero adherencia limitada.
La siguiente subida nos va a hacer remontar por encima de la supersur, la caretera de peaje que salva la ciudad por, obviamente, el sur. Decido esta vez girar hacia el Pagasarri por el desvío que había descartado al principio de la ruta. Han pasado ya un par de horas y la gente ya debe de estar en el monte, más que subiendo al monte. Efectivamente es así, y por el camino el tráfico es asumible, pero a partir de la barrera la densidad de gente es, de nuevo, más propia de la Gran Vía que de una pista en el monte, así que desciendo por la pista que lleva hacia Buia sin saber que la pista está cortada y que toca, de nuevo, volver por donde he venido.

Nombre | Vertiente | Altitud (m) | Longitud (km) | Desnivel (m) | Pendiente (%) |
ARRAIZ | Betolaza | 313 | 1,90 | 249 | 13,11 |